domingo, 20 de junio de 2010

Como agua para chocolate (1989) de Laura Esquivel

En 1669, Brandt, químico de Hamburgo, buscando la piedra filosofal descubrió el fósforo. Él creía que al unir el extracto de la orina con un metal conseguirla transmutarlo en oro. Lo que obtuvo fue un cuerpo luminoso por sí mismo, que ardía con una vivacidad desconocida hasta entonces. Por mucho tiempo se obtuvo el fósforo calcinando fuertemente el residuo de la evaporación de la orina en una retorta de tierra cuyo cuello se sumergía en el agua. Hoy se extrae de los huesos de los animales, que contienen ácido fosfórico y cal.

Mi abuela, Luz del amanecer, una india Kikapoo, decía que todos nacemos con una caja de fósforos en nuestro interior y que no los podemos encender nosotros solos. Necesitamos, como en este experimento, del oxígeno y de la ayuda de una vela. Sólo que en nuestro caso, el oxígeno debe provenir por ejemplo del aliento de la persona amada. La luz de la vela puede ser cualquier cosa, una melodía, una palabra, una caricia, un sonido. Algo que dispare el detonador y encienda una de las cerillas.

Cada persona tiene entonces que descubrir cuáles son sus detonadores para poder vivir, ya que la combustión que se realiza al encenderse uno de ellos, es lo que nutre de energía al alma. Si no hay detonador para los fósforos entonces la caja de cerillas se humedece y ya nunca podremos encender uno solo de ellos.

Si eso llega a pasar el alma huye de nuestro cuerpo, camina errante por las tinieblas más profundas tratando vanamente de encontrar alimento por sí misma, ignorante de que sólo el cuerpo que ha dejado inerme, lleno de frío, es el único que podría dárselo.

Por eso hay que permanecer alejados de personas que tengan un aliento gélido. Su sola presencia podría apagar el fuego más intenso. Mientras más distancia tomemos de estas personas, será más fácil protegernos de su soplo. El alma desea integrarse al lugar donde proviene, dejando al cuerpo inerte.

Hay muchas maneras de poner a secar una caja de cerillas húmeda. Se puede estar seguro que sí tiene remedio, claro que también es muy importante encender las cerillas una por una, ya que si por una intensa emoción llegamos a encender todas de un solo golpe, se produce un resplandor tan fuerte que aparece ante nuestros ojos un túnel, esplendoroso, que nos muestra el camino que olvidamos al nacer y que a la vez nos llama a reencontrar nuestro perdido origen divino.

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