sábado, 27 de diciembre de 2008

Olvidar y Perdonar

Cada quien tiene su forma de superar esas cosas. Hay algunos, que sienten cierto consuelo al descargar su coraje diciéndole al otro u otra hasta de lo que se van a morir, hay quienes buscan otro clavo que saque al primero, hay quienes lloran hasta secar su alma y su corazón.

Lo importante aquí es saber que ese dolor paralizante es real, y el que diga "ya no llores, tú encontrarás a otra persona, no vale la pena, tú vales mucho más, etc., etc." es un necio que, aunque diga la verdad, no nos ayuda mucho diciéndonos eso.

La verdad es que esas cosas duelen, y uno parece sentir un agujero enorme y helado en medio del pecho, en ese lugar donde debería estar un cálido y sonriente corazón. Y no dan ganas ni de levantarse por las mañanas, hacer la más mínima tarea cotidiana se convierte en una empresa que requiere de mucho más de lo que nosotros creemos que podemos hacer. Solo dan ganas de dormir y dormir, tal vez con una poción para no tener sueños, para no pensar, para no sentir, para alejarnos de una realidad que nos supera, que está más allá de nuestra fuerza, de nuestros intentos por sobrevivir.

Pero sentir ese dolor es importante, es necesario vivirlo y saber que lo estamos sintiendo. Vivir ese periodo de abandono, de soledad, de duelo, de sentirnos destrozados... Y de pronto, un día nos damos cuenta que en nuestras manos está el poder, que nos volvemos los dueños de nosotros mismos y que podemos hacer lo más grande que podemos hacer por nuestra propia paz: perdonar.

El día que descubrimos que si perdonamos a aquel que nos ha partido el corazón en mil pedazos, nos damos cuenta que entonces somos poderosos, que nos hemos liberado del dolor, del rencor y de esa sensación de no valer nada. Nuestra alma crece y se fortalece, y nos permite ser libres y los amos del universo. Perdonamos y entendemos que hemos roto al fin los lazos que nos ataban a ese dolor, y a rencor, y al pasado. Comprendemos el papel que hemos jugado en nuestras propias heridas y sabemos que no nos volverán a dañar así, porque perdonar no significa olvidar, ni permitir que nos vuelva a suceder.

Aprendemos de nosotros mismos, y vamos descubriendo las cosas que verdaderamente necesitamos, aunque a lo largo de los años nos siga taladrando la idea de que esas sonrisas que fueron solo nuestras ahora sean de alguien mas, que los sueños que compartimos con alguien ahora los compartirá con otra persona, y que la complicidad se ha roto, y que eso que creímos nuestro no lo es más.

Ese dolor seguirá presente, pero ya no nos paralizará, y descubriremos un día que podemos sonreír, y que el sol brilla, y que podemos volver a soñar y a sentir amor, y a confiar en otra persona.

No es que seamos unos tontos de remate y nos pongamos de nuevo en posición de ser heridos (esa posibilidad siempre existe); es que somos seres humanos que sentimos, aunque en momentos como este deseemos ser una piedra para no sentir más.